jueves, 16 de julio de 2009

Para que se estudia arte - por Marta Traba (Especial para el Aguilucho 1960)



El problema de estudiar historia del arte, de interesarse por el arte, es de los más misteriosos que pueden plantearse a un estudiante. En el bachillerato están libres de esta vaga amenaza, porque el arte no figura en las "nociones generales", que se imparten escrupulosamente para que lleguen a la universidad con la famosa "tabla rasa", con bellas mentes en blanco. Pero al llegar a la universidad, se encuentran con el hecho inadmisible de que, cualquiera sea la carrera que sigan, incluso las más remotas y alejadas de la historia del arte, incluyen hoy esta materia junto con un programa general de Humanidades. En el regimen de confianza y franqueamiento entre profesor y alumno que practicamos por lo general en la universidad, muchas veces se me ha confesado el estupor con que reciben la noticia de tener que "estudiar arte": porque, ¿ para qué sirve el arte? ¿Qué finalidad puede cumplir dentro de una profesión perfectamente definida y concreta como la medicina, la economía o la arquitectura?
La gran variedad de preguntas que los estudiantes se hacen alrededor de este asunto pueden resumirse en una sola: ¿cuál es la utilidad de esta materia? La pregunta, en sí, es ya un hecho desconsolador. Se supone que, específicamente, y por su misma edad, un muchacho debe tener más libertad de imaginación y más opulenta fantasía que la gente sumergida en la rutina diaria y limitada dentro de sus problemas y sus responsabilidades. Pero se supone mal. El estudiante quiere sacar partido de las cosas, especula sin cesar con ellas y considera la fantasía como un devaneo perfectamente al margen del aprendizaje de cosas concretas a que se somete de buen o mal grado.
Introducido ya con cierta irónica resignación en una materia tan inútil, es sorprendente su intolerancia hacia toda forma artísitica que se sale de la realidad y que se atreve a deformarla, estilizarla, en términos más generales, que se anima a alterar de manera visible el orden de las cosas dado en la naturaleza. Mis sorpresas con los estudiantes son interminables. ¿Qué puede importarle, a un hombre de veinte años que una mesa esté al revés o al derecho, puesto que está en la edad en que tantos sueños absurdos pasan o deberían pasar por su cabeza? Pues le importa enormemente que esté al derecho, considera ofensiva cualquier falta de perspectiva, juzga como si

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